
El amor del Negro Manuel a su Madre
En este cuarto día de la Novena, nos meteremos aún más en la vida del querido negro Manuel, reconociendo en él, un modelo de amor a la Virgen de Luján para todos nosotros.
La piedad mariana de Manuel se puede resumir en su espíritu de oración y la fidelidad en el encargo de cuidar la Imagen sumado a su llamativa familiaridad en el trato con la Santísima Virgen. Él la llamaba su “Ama” con una sencillez enternecedora, con la confianza propia del hijo a su madre. Junto con el amor a la Sagrada Imagen ejercitaba Manuel las obras de misericordia. Recibe con respeto a los enfermos y mediante sus plegarias, las unciones que le hace con el cebo o el aceite que arde en el altar de la Virgen, o las infusiones que les da beber, les procuraba consuelo y mejoría.
Manuel por las mañanas encontraba que el manto de la Virgen estaba lleno de abrojos del campo y de barro, por lo que comprendió rápidamente que María salía al encuentro de los pobres del lugar visitando sus ranchos por las noches.
A Manuel lo vieron sus contemporáneos ocupado continuamente en atender con diligencia preferentemente a los peregrinos, invocando sobre ellos la poderosa intercesión de María, a los enfermos, y recordando a todos y agradeciendo junto a ellos la milagrosa historia de la Virgen de Luján.
Madrecita de Luján, que aceptaste el cuidado de tu fiel esclavo, el Negrito Manuel, te pedimos que nos ayudes a nosotros a poder amarte cada día más, confiando en tu proteccion y viviendo de corazon tambien nosotros que somos “de la Virgen nomás”.
Señor Dios, que para mostrarnos tu gran amor
quisiste que Nuestra Señora de Luján
se quedará con nosotros para siempre
como Madre de este pueblo argentino,
te pedimos que junto a ella,
podamos vivir cada vez más unidos como hermanos,
amparados bajo su manto
y encontrando en sus manos alivio y fortaleza.