“DAD GRACIAS AL SEÑOR PORQUE ES BUENO, PORQUE ES ETERNA SU MISERICORDIA” (Salmo 117)
Señor, enséñanos a descubrir
que la gracia de la misericordia
se nos ha dado en abundancia,
en particular con el acontecimiento
fundante de nuestra fe cristiana:
“el Crucificado ha resucitado”.
Como un viento impetuoso y saludable,
la bondad y la misericordia
se han esparcido por el mundo entero.
Ayúdanos, Señor que delante de tu mirada amorosa,
que de manera tan prolongada
se ha posado sobre tu pueblo,
y cada uno de nosotros,
no seamos indiferentes,
porque ella cambia la vida.
Que con el salmista
por siempre te alabemos,
te acojamos a ti como roca viva,
la piedra angular de nuestra vida,
y confesemos como Tomás
desde lo más profundo de nuestras entrañas
que tú eres el Señor,
pues la muerte ya está vencida. Amén.