
Todos los años, en el segundo domingo de Cuaresma, la Iglesia medita el relato del Evangelio de la Transfiguración de Jesús: en ese tiempo sirve de preparación al Triduo Pascual, porque fija nuestra mirada en la muerte y la resurrección del Señor; la luz de la Transfiguración anticipa, de alguna manera, el misterio pascual completo.
La fiesta de hoy retoma ese relato, pero desde la perspectiva pascual y con una proyección escatológica: Jesús es verdaderamente Dios, tal como lo comprendieron los tres testigos privilegiados de la Transfiguración: Pedro, Santiago y Juan.