El fundador de la Compañía de Jesús fue un español que nació en la casa-torre de Loyola (Azpeitia) el año 1491. Su niñez pertenece al siglo XV, siglo de otoño medieval con restos feudales y luces nuevas de humanismo, descubrimientos, aventuras; su juventud y madurez, al siglo XVI, a la época de Lutero, de Carlos V y del concilio de Trento. Algo medieval latirá siempre en el corazón de Loyola, aunque su espíritu será siempre moderno, hasta el punto de ser tenido por uno de los principales forjadores de la moderna catolicidad, organizada, práctica y apostólica.

En 1517, Ignacio, que había pasado en Arévalo más de doce años, se acogió a un alto pariente suyo, don Antonio Manrique, duque de Nájera y virrey de Navarra. Sirviendo al duque participó en sosegar los tumultos durante la revolución de los comuneros —espada en mano en la toma de Nájera, diplomáticamente en Guipúzcoa—, y peleó animosamente defendiendo el castillo de Pamplona contra los franceses, hasta caer herido en las piernas por una bala de cañón (20 de mayo de 1521). Impropiamente se le llama «capitán», era un caballero cortesano, o, mejor, un gentilhombre de la casa del duque.

Mientras le curaban en Loyola, no hallando las novelas de caballerías que él deseaba, se puso a leer las Vidas de los santos y la Vida de Cristo, lo cual le encendió en deseos de imitar las hazañas de aquellos héroes y de militar al servicio no de un «rey temporal», sino del «Rey eterno y universal, que es Cristo Nuestro Señor». Reflexionando sobre las desolaciones y consolaciones que experimentaba, aprendió a discernir el buen espíritu del malo con fina psicología sobrenatural. Su conversión y entrega a Dios fue perfecta.

A principios de 1522 sale de Loyola en peregrinación a Jerusalén. Detiénese unos días en el santuario de Montserrat, donde cambia sus ropas lujosas por las de un pobre; conságrase a la Santísima Virgen, hace confesión general y recibe de un monje benedictino las primeras instrucciones espirituales. Pasa un año en Manresa, llevando al principio vida de continua oración y penitencia; luego, de apostolado y asistencia a los hospitales. En una cueva de los contornos escribe, iluminado por Dios, sus primeras experiencias en las vías del espíritu, normas y meditaciones que, redondeadas más adelante, formarán el inmortal librito de los Ejercicios espirituales, «el código más sabio y universal de la dirección espiritual de las almas», como dijo Pío XI.

En febrero de 1528 se presenta en la célebre universidad de París, adonde confluyen estudiantes y maestros de toda Europa. Obtiene el grado de maestro en artes o doctor en filosofía (abril de 1534) y reúne en torno de sí algunos universitarios, que serán los pilares de la Compañía de Jesús: Fabro, Javier, Laínez, Salmerón, Rodrigues, Bobadilla, con quienes hace voto de apostolado, en pobreza y castidad, a ser posible en Palestina, y, si no, donde el Vicario de Cristo les ordenare (Montmartre, 15 de agosto de 1534).

De hecho el viaje a Tierra Santa resulta irrealizable, e Ignacio de Loyola va con sus compañeros a Roma, a ofrecerse enteramente al Sumo Pontífice. Una honda experiencia mística, recibida en el camino (La Storta, noviembre de 1537), le confirma en la idea de fundar unaCompañía o grupo de apóstoles, que llevará el nombre de Jesús. Paulo III, el mismo que abrirá el concilio de Trento, aprueba el instituto de la Compañía de Jesús, innovador en la historia del monaquismo (27 de septiembre de 1540).

El fundador de la Compañía de Jesús murió en Roma el 31 de julio de 1556. Su magnitud histórica impone admiración a todos los historiadores, a los protestantes tanto o más que a los católicos. Quizá su misma excelsitud haya impedido que su culto popular cundiese tanto como el de otros santos, al parecer, más amables. Nunca fue un gran especulativo, pero sí un genio práctico y organizador, grande entre los grandes. Reduciendo a esquemas simplistas sus consejos espirituales, muchos interpretaron falsamente su doctrina como un ascetismo voluntarista y árido. No era ésa su alma. Basta leer su Diario espiritual, donde con palabras entrecortadas y realistas, no destinadas al público, descubre las intimidades de su alma y las altas experiencias místicas de cada día, para persuadirnos que estamos ante una de las almas más privilegiadas con dones y carismas del Señor.

One Thought on “SAN IGNACIO DE LOYOLA

  1. Emilia on 31/07/2015 at 13:30 said:

    les comparto algo mas de San Ignacio de Loyola:

    Hoy es el día de las personas que duermen poco, pero sueñan mucho. Las que ven el futuro como una oportunidad y no como un problema. Todos los que no tienen todo planeado ni decidido. Los que andan perdidos y, también, enamorados. Aquellos que creen que lo mejor está pasando ahora, perdonan rápido y agradecen lento. Los que saben que el devenir de sus vidas depende del futuro de la de los demás. Los de sin ti, yo no.

    31 de julio, fiesta de San Ignacio de Loyola, el peregrino, el santo de la inseguridad. De la vida a la intemperie. A cielo descubierto, sin techo ni otro reparo alguno. Sin certidumbre ninguna. En referencia continua a Dios. Investigando, discerniendo, buscando sin descanso lo que Dios quiere a través de un método original: los Ejercicios Espirituales. Una forma novedosa de acercarse al Evangelio.

    Cortesano, militar, enfermo, peregrino, estudiante, compañero, religioso, sacerdote, escritor, gestor…jesuita. Caras de un mismo anhelo, vivir hoy al modo de Jesús. Agradecido porque intuyó que todo es regalo de Dios. Feliz porque siempre respondió entregando todo. Hasta que dio con la clave: en todo amar y servir.

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