SANTA CATALINA DE SIENA (siglo XIV)
«Impulsado por este mismo amor, y con el deseo de reconciliarte de nuevo por gracia al género humano, nos entregaste la palabra de tu Hijo Jesús. Él fue efectivamente el mediador y reconciliador entre nosotros y tú, y nuestra justificación, al cargar sobre sí todas nuestras injusticias e iniquidades. El lo hizo en virtud de la obediencia que tú, Padre eterno, le impusiste, al decretar que asumiese nuestra humanidad. ¡Inmenso abismo de caridad! ¿Puede haber un corazón tan duro que pueda mantenerse entero y no partirse al contemplar el descenso de la infinita sublimidad hasta lo más hondo de la vileza, como es la de la condición humana?
Nosotros somos tu imagen, y tú eres la nuestra, gracias a la unión que realizaste en el hombre, al ocultar tu eterna divinidad bajo la miserable masa de la carne de Adán. Y esto, ¿por qué? No por otra causa que por tu inefable amor. Por este inmenso amor es por el que suplico humildemente a tu Majestad, con todas las fuerzas de mi alma, que te apiades con toda tu generosidad de tus pobres criaturas».
“Te pido, en este dulce tiempo de Adviento y de la fiesta de la Navidad, que visites el pesebre donde posa el Manso Cordero. Allí encontrarás también a María, una extranjera y un exilio, en tan gran pobreza que no tiene con que vestir al Hijo de Dios, o fuego con que calentarlo….Asegúrate de recurrir siempre a la Virgen Santísima, abrazando siempre la cruz”.