“La devoción popular invoca a María como Reina. El Concilio, después de recordar la asunción de la Virgen «en cuerpo y alma a la gloria del cielo», explica que fue «elevada (…) por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte» (Lumen gentium, 59)”. Estas fueron las palabras con las que San Juan Pablo II recordaba el sentido de esta celebración en 1997.
La Fiesta de María Reina fue instituida por el Papa San Pío XII en 1954. Se celebra el sábado siguiente a la Solemnidad de la Asunción. En la encíclica “Ad Caeli Reginam” (A la Reina del Cielo, n. 15), sobre la dignidad y realeza de María, Pío XII señalaba los siguiente: “Cristo, el nuevo Adán, es nuestro Rey no sólo por ser Hijo de Dios, sino también por ser nuestro Redentor”. “Así, según una cierta analogía, puede igualmente afirmarse que la Beatísima Virgen es Reina, no sólo por ser Madre de Dios, sino también por haber sido asociada cual nueva Eva al nuevo Adán”.
Por su parte, el Papa Benedicto XVI en el día de la celebración de esta Fiesta en 2012 dijo que María “es Reina precisamente amándonos y ayudándonos en todas nuestras necesidades, es nuestra hermana y sierva humilde».
Hace unos días, el Papa Francisco, a través de su cuenta de Twitter, decía: “¡Con Dios nada se pierde! En María se alcanza la meta y tenemos ante nuestros ojos la razón por la que caminamos: no para conquistar las cosas de aquí abajo, que se desvanecen, sino la patria allá arriba, que es para siempre”.
A los cristianos nos toca testimoniar que María es Reina.