Pero todo esto que esperamos que es tan importante y fundamental para este tiempo histórico que vivimos, si está “orientado” y “encaminado” hacia Dios, tiene un horizonte tan potente y tan grande, que todo esto bueno que deseamos y esperamos, queda iluminado por la Luz que es Jesucristo, y todo lo humano, se vuelve aún más humano, más digno, más pleno.
Tener en el corazón el don de esta Esperanza grande, nos ayuda a superar todas las frustraciones que vienen con las contradicciones y con el mismo pecado. Claro que entiendo los enojos, las tristezas y dolores por los fracasos que nos toca vivir. Pero la Esperanza infunde en nosotros una Luz y una Fuerza que nos ayuda a levantarnos una y otra vez para seguir caminando.
Esperamos por supuesto vivir en una mejor argentina, con una mejor política, una mejor economía y una mejor sociedad, pero nosotros esperamos mucho más. Todo esto que es fundamental, no nos alcanza, esperamos mucho más, esperamos “un cielo nuevo y una tierra nueva”. Y tenemos la certeza que esto ya lo alcanzó Jesucristo y lo alcanzó para nosotros. Tenemos un “ancla” en el cielo, Jesús es el ancla que ha fijado nuestra vida hacia Dios y para Dios. Allá vamos y eso no lo detiene nadie.
P. Obispo Jorge Eduardo
Homilía de la Peregrinación Arquidiocesana
12 de mayo de 2024