ENCONTRANDO LA FUERZA PARA AMAR Y SONREIR

Malcolm Muggeridge, un periodista inglés más bien despreocupado e indiferente, fue a Calcuta en 1969 con el simple e inocuo objetivo de rodar una película sobre la vida de Madre Teresa y de sus monjas, dentro de la «Casa del Corazón Inmaculado», que algunos europeos, de manera despectiva llamaban «El Cementerio de Calcuta».

Malcolm no tenía fe y pidió poder filmar la vida que se desarrollaba dentro de las dos grandes salas donde a diario eran recogidos muchos pobres, enfermos y moribundos.

Observó con atención lo que ocurría en los dos grandes dormitorios y luego se permitió decir a Madre Teresa: «Madre, aquí hay todo lo que basta para tener el infierno en la tierra. Hay miseria, hay gente desnutrida, hay esqueletos que están solo cubiertos por la piel, aquí está la muerte, se la ve directamente. Sin embargo, aquí todos sonríen, no hay desesperación, sino alegría de vivir. Madre, ¿por qué?».

Madre Teresa estaba alimentando a una pobre mujer desnutrida recién recogida de las calles. Se paró unos instantes, miró al periodista y luego respondió: «Aquí no está el infierno, ¡aquí está el paraíso porque está el amor!». A continuación, con serenidad, siguió dando de comer a la mujer que tenía la boca abierta como la de un niño que espera la leche materna.

Malcolm Muggeridge se quedó impresionado. Y como era intelectualmente honrado, quiso profundizar
en el misterio de esa santidad inusual y preguntó: «Pero ¿dónde encuentran la fuerza para amar? ¿Dónde encuentran la fuerza para sonreír… aquí?».

Madre Teresa fue extremadamente sincera y desafió al periodista diciéndole: «Venga mañana a las seis de la mañana a la puerta de nuestro pequeño convento. Entenderá dónde encontramos la fuerza para amar y sonreír».

Al día siguiente, puntual como auténtico inglés que era, Malcolm estaba delante de la puerta del pequeño convento. Madre Teresa, también puntual, lo recibió y lo llevó a la paupérrima capilla, sin bancos para sentarse, donde un grupo de hermanas con el sari de las mujeres que no cuentan para nada en la India, estaba recogida en oración y esperaba la celebración de la santa misa.

Malcolm Muggeridge participó en silencio y todo le parecía sencillo, humilde e incluso un poco misterioso y aburrido. Se preguntaba: «¿Qué hacen estas religiosas? ¿Con quién hablan? ¿Qué reciben en esa pequeña hostia? ¿Acaso es posible que todo el secreto se encuentre aquí?».

Una vez terminada la santa Misa, mientras Madre Teresa estaba yendo con paso rápido hacia sus pobres,
dijo al periodista: «¿Ha visto? Todo el secreto está aquí. Es Jesús que nos pone en nuestro corazón su amor y nosotras vamos sencillamente a entregarlo a los pobres que nos encontramos en nuestro camino».

¿Sabéis cuál fue la conclusión? El periodista indiferente, un poco de tiempo más tarde, pidió recibir el santo Bautismo y convertirse al catolicismo con esta maravillosa razón: «Quiero ser católico para recibir esa santa Eucaristía que produce en esa santa mujer ese milagro de amor y de alegría».

Y así ocurrió. El amor que vio llevó a Malcolm Muggeridge a los brazos del amor vivo, Jesús.

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