Descansar no implica inutilidad, sino la capacidad de abrazar el tiempo con confianza, evitando la actividad frenética y estéril
El concepto bíblico del descanso ha sido el tema de la novena meditación de los ejercicios espirituales de la Curia Romana en el Aula Pablo VI, que están siendo dirigidos con motivo de la Cuaresma por el predicador de la Casa Pontificia, Roberto Pasolini. En un discurso que ha invitado a la reflexión sobre el ritmo de vida contemporáneo, Pasolini ha analizado la forma como las Escrituras tratan el descanso y cómo difiere esta de manera radical con la noción moderna de inactividad.
La meditación, de la cual Vatican News recoge una síntesis, ha abordado la idea común de la eternidad como un «descanso eterno» que podría parecer decepcionante. Pasolini ha argumentado que esta percepción surge de un malentendido fundamental, donde el descanso se equipara únicamente con la inactividad. En contraste, la perspectiva bíblica lo presenta como un estado de plenitud y realización.
Un ejemplo poderoso que ha citado es el descanso de Dios tras el depósito de Jesús en la tumba. Lejos de ser «inercia estéril», este momento se describe como el «cumplimiento de una obra», donde Cristo, aunque descansando, actúa misteriosamente liberando a los prisioneros. Esta imagen enseña que descansar no implica inutilidad, sino la capacidad de abrazar el tiempo con confianza, evitando la actividad frenética y estéril.
Pasolini ha lamentado que, en la sociedad actual, «el descanso es un lujo descuidado» ante la presión constante por estar activos, conectados y productivos. Paradójicamente, cuantas más oportunidades se tienen, menos se puede descansar de verdad. Así, la parábola del siervo que no espera recompensa tras el trabajo ofreció una lección crucial: la obsesión por el logro impide encontrar el verdadero descanso. Solo quien acepta serenamente sus límites puede finalmente descansar en paz.
El verdadero descanso, ha enfatizado Pasolini, no es inactividad, sino libertad. Es un estado donde ya no hay necesidad de demostrar nada, al dejarse abrazar por el amor de Dios. Es la paz interior que permite afirmar: «El que ha entrado en el descanso de Dios, también descansa de sus obras, como Dios de las suyas» (Hb 4,10).
En definitiva, el predicador ha señalado que vivir bien en el descanso es prepararse para la vida eterna, aprendiendo a vivir sin miedo, desprendiéndose de lo superfluo y confiando en la acción de Dios. El verdadero descanso se define por la paz interior y la capacidad de acoger lo que la vida ofrece, no por logros. No es evasión, sino una manera de vivir más intensamente y sin ansiedad; no es pasividad, sino una confianza activa que libera para amar. «En el amor no hay miedo. El amor perfecto echa fuera el temor». La vida eterna, ha concluido, no es un destino lejano, sino una realidad que ya crece en el presente, invitándonos a vivirla desde ahora.