El cónclave, un tiempo suspendido entre el ahora y el todavía-no en el que incluso los cardenales están llamados a entrar en el misterio; y a dejar no sólo a todos, sino todo fuera de la Capilla Sixtina: por tanto a sí mismos, sus pensamientos, sus razonamientos; y a vaciarse totalmente para dejar espacio sólo al Espíritu, a una dinámica que los trasciende, y al misterio de Pedro.
El pueblo de Dios que espera a su pastor, lo sabe, lo cree, lo pide.