
En los años 1867 y 1868, recién recibida la ordenación sacerdotal, ejerció el ministerio en la catedral de Córdoba. Pero luego de este período fue nombrado párroco en Traslasierra. Y comenzó la tarea extensa junto a 10.000 almas que habitaban la jurisdicción parroquial.
Sin caminos, sin escuelas, en una casi total incomunicación, con las personas viviendo un estado de indigencia grave, el padre Brochero no dejó un lugar sin visitar. Los enfermos, los leprosos, enfermedad natural en esa época, los olvidados, los sin sacramentos, fueron sus preferidos.
Su misión la fue realizando mientras predicaba retiros espirituales abiertos a todos, realizando una gran labor de promoción humana, bautizando y dando la primera comunión a quien en verdad estaba preparado y consciente de lo que iba a recibir.
La misión no era solo llevar los sacramentos sino también educando a los habitantes. A pesar de tantos males, nunca se desanimó. Él debía levantar a los caídos. Su ministerio pastoral abarcó el oeste de Córdoba, el norte puntano y los llanos riojanos.
Beatificado en el 2013, canonizado en 2016, murió a los 74 años en 1914. Una vida entregada a Dios y el pueblo que el Señor le confió. Subiendo el calvario con alegría, que la Semana Santa que se acerca nos haga meditar sobre las virtudes de los grandes misioneros, que en lugares inhóspitos, haciendo pequeños gestos, produjeron grandes cambios».