Meditación de Fray Timothy Radcliffe, en el Módulo 3: Instrumentum laboris, durante la segunda sesión de la XVI Asamblea del Sínodo de los Obispos.
Hoy comenzamos a pensar en los procesos a través de los cuales la Iglesia cambia los caminos que debemos seguir. El siguiente texto extraño puede ayudarnos a ver cómo sucede esto: “Jesús se fue de allí y se retiró a la región de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea de esa región salió gritando: ‘Señor, Hijo de David, ten compasión de mí; mi hija está atormentada por un demonio’. Pero Él no le respondió nada. Y sus discípulos se le acercaron y le rogaron: ‘Despídela, porque viene gritando detrás de nosotros’. Él respondió: ‘No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel’. Pero ella se acercó, se postró ante Él y dijo: ‘¡Señor, ayúdame!’. Él le contestó: ‘No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perros’. Y ella dijo: ‘Sí, Señor, pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos’. Entonces Jesús le respondió: ‘Mujer, ¡grande es tu fe! Que te suceda como deseas’. Y su hija quedó sana al instante” (Mateo 15, 21-28).
A primera vista parece que Jesús está siendo grosero, llamándola «perro». Solo hace una excepción para su hija debido a su fe personal: “He venido solo para las ovejas perdidas de Israel… bueno, y tú”.
Pero este incidente ocurre entre la alimentación de los cinco mil, que simboliza la misión a los judíos, y la alimentación de los cuatro mil, que apunta a la misión a los gentiles. Jesús le dijo a la mujer que solo había suficiente pan para los hijos de la casa, pero unos pocos versículos más tarde habrá pan más que suficiente para todos: siete canastas llenas de sobras. Es un momento de profunda transición.
¿Cómo sucedió esto? En el corazón está el silencio de Jesús. “Él no le respondió nada”. Este silencio no es un rechazo. Es el silencio del que habló tan bellamente Madre Maria Grazia durante el retiro. Ella dijo que “en la raíz de toda oración, de toda obra para Dios, vibra el silencioso Aliento de Dios” (“Alla radice di ogni preghiera di ogni ‘opera per Dio’ vibra il silenzioso Soffio di Dio.[1]”)
En este silencio, Nuestro Señor escucha a la mujer y escucha a su Padre. La Iglesia entra más profundamente en el misterio del Amor Divino al habitar con preguntas profundas para las que no tenemos respuestas rápidas. En el Concilio de Jerusalén: ¿cómo pueden ser admitidos los gentiles a la Iglesia? En Nicea: ¿cómo podemos afirmar que Jesús era verdaderamente Dios y verdaderamente humano? En Calcedonia: ¿cómo Dios puede ser verdaderamente tres y verdaderamente uno?
Nuestra tarea en el Sínodo es vivir con preguntas difíciles y no, como los discípulos, deshacernos de ellas. ¿Cuáles son las nuestras aquí? La mujer viene por su hija atormentada. Seguramente debemos responder a todos los gritos de madres y padres de todo el mundo por las hijas e hijos jóvenes atrapados en la guerra y la pobreza. No debemos cerrar los oídos como hicieron los discípulos en ese momento.
También hay preguntas profundas que subyacen en muchas de nuestras discusiones. ¿Cómo pueden los hombres y mujeres, hechos a imagen y semejanza de Dios, ser iguales y, sin embargo, diferentes? No debemos evitar la pregunta como los discípulos negando la igualdad o la diferencia. ¿Y cómo puede la Iglesia ser la comunidad de los bautizados, todos iguales, y sin embargo el Cuerpo de Cristo con diferentes roles y jerarquías? Estas son preguntas profundas.
Avanzamos hacia el misterio del Amor Divino al vivir con estas preguntas, orando sobre ellas, escuchándonos unos a otros, reflexionando sobre ellas día y noche. Como dice el salmo: “Dios derrama dones sobre sus amados mientras duermen” (127.2). ¡A menos que la cama se derrumbe!
En esta historia, el avance llega a través de una extraña conversación: “No está bien tomar la comida de los hijos y echársela a los perros”; “Sí, Señor, pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Esto parece ofensivo. ¿Cómo pudo Jesús referirse a esta mujer y a su hija como perros? Pero Mateo ha tomado este incidente del evangelio de Marcos, donde la mujer es sirofenicia. En Ascalón se descubrió un cementerio con 700 perros. Eran perros pequeños que habían muerto de causas naturales[2]. Se encontraron pequeñas estatuas de perros. Parece que los perros eran sus mejores amigos, miembros queridos de su hogar. Como dominico, lo entiendo. Nos llaman los “Perros del Señor” (Domini canes).
Así, Nuestro Señor está siendo supremamente creativo, alcanzando su idea de un hogar en el que los perros tienen un lugar querido. Para los judíos, los perros eran animales impuros, no permitidos en la casa. Están fuera de la puerta, como aquellos que lamieron las heridas de Lázaro. Jesús alcanza su experiencia y lenguaje. Él trasciende las limitaciones culturales de su pueblo. “Que se haga contigo como deseas”. Santa Catalina de Siena ve esto como una gran promesa de libertad. Ella escribe: “Es aquí donde la bondad infinita de Dios revela el tesoro que ha dado a nuestras almas, el tesoro de nuestro propio libre albedrío[3]”
Muchas personas quieren que este Sínodo dé un Sí o un No inmediato en varios temas. ¡Pero esa no es la forma en que la Iglesia avanza hacia el profundo misterio del Amor Divino! No debemos huir de las preguntas difíciles como los discípulos que decían: “¡Calladla!” Habitamos con estas preguntas en el silencio de la oración y la escucha mutua. Escuchamos, como alguien dijo, no para responder, sino para aprender. Ampliamos nuestra imaginación a nuevas formas de ser la casa de Dios, en la que hay lugar para todos. De lo contrario, como decimos en Inglaterra, solo estaremos reorganizando las sillas del Titanic.
A pesar de la recepción hostil de los discípulos, la mujer se queda. No se rinde ni se va. Por favor, quédense, cualquiera que sea su frustración con la Iglesia. ¡Sigan preguntando! Juntos descubriremos la voluntad del Señor.
[1] Meditación de laudes, 1 de octubre de 2024.
[2] Rebekah Liu. “A Dog under the Table at the Messianic Banquet: A study of Mark 7. 24 – 30”, Andrew’s University Seminary Studies, Vol. 48, No. 2, 2010, pp. 251-255.
[3] “Le Lettere”, 1.262, Quoted by Paul Murray OP, St Catherine of Siena: Mystic of Fire, Preacher of Freedom, Word on Fire Institute, Park Ridge, 2020, p. 30