BEATOS LUIS Y MARÍA BELTRAME QUATTROCCHI, ESPOSOS

Una vida ordinaria vivida de forma extraordinaria. Así fue la vida de Luis Beltrame Quattrocchi y María Corsini, el primer matrimonio beatificado como tal el 21 de octubre de 2001 por san Juan Pablo II, en el 20º aniversario de la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, un texto que constituye la carta magna de la pastoral familiar en la Iglesia del Tercer milenio. Su vida cotidiana como esposos y padres de familia estuvo siempre sostenida por la oración, la fidelidad al Evangelio y la íntima unión con Jesús en la Eucaristía. En su compromiso social expresaron también su profunda vida de fe y su concreta caridad hacia los enfermos y necesitados.

Su encuentro, su noviazgo y la llamada de Dios al matrimonio

Él era originario de Catania, ella de Florencia, se conocieron en Roma en 1902, cuando tenían 22 y 18 años respectivamente. En la capital italiana, Luis se había ido a vivir con su tío, que lo había adoptado y de quien había heredado el segundo apellido: Quattrocchi. Allí completó sus estudios de Derecho, que sucesivamente le llevarían a hacer carrera como Fiscal general del Estado. Poco practicante, un buen dìa se sintió muy atraído por el entusiasmo y la inteligencia de María, estudiante de idiomas y amante del arte y la literatura. Ambos tenían un carácter fuerte que a menudo les llevaba a discutir, pero pronto comprendieron que se amaban y que querían vivir juntos por siempre. A través de la oración intuyeron lo que habrían confirmado en los años venideros: era el Amor de Dios quien los acompañaba en su enamoramiento y en su mutua atracción, que encontraría su plena realización en el amor conyugal y familiar. Una densa correspondencia caracteriza los siete meses de noviazgo: cartas y notas de las que se desprende el intenso afecto y, a la vez, el mutuo respeto entre los dos jóvenes que los motivaba a expresarse su amor con manifestaciones tan llenas de ternura como de casto afecto. En su correspondencia se hallan expresiones muy apasionadas tanto en italiano como en inglés. Sus despedidas concluyen casi siempre con un afectuoso beso: «kiss you». Fue así que el 25 de noviembre de 1905 celebraron su matrimonio en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma.

Cuatro hijos y una vida familiar marcada por la fe

De su profundo amor, abierto a la vida, nacieron sus cuatro hijos: Felipe, Estefanía, César. El último embarazo fue especialmente problemático debido a una placenta previa que puso en riesgo la vida del feto y de la madre. La pareja se negó a abortar y en 1914 nació Enriqueta: que fue el miembro más longevo de la familia. La maternidad y la paternidad fueron las misiones que María y Luis llevaron a cabo, sostenidos siempre por la Providencia de Dios Padre y de la protección del Sagrado Corazón de Jesús. El Espíritu Santo los animó a participar activamente en la misa cotidiana, a rezar el rosario por la tarde y a hacer adoración por la noche. La vida cotidiana de la familia Beltrame Quattrocchi transcurrió en este clima de constante oración y ferviente apostolado, y fue registrada por la pluma viva y brillante de María. En efecto, de sus apuntes diarios nacieron libros educativos, todavía actuales puntos de referencia para las familias de hoy. Su dedicación a sus hijos era total y en casa se respiraba un ambiente de confianza y serenidad, al punto que, muy libremente, los cuatro decidieron consagrarse al servicio de Dios y de sus hermanos en la vida sacerdotal y religiosa. El ejemplo de sus padres fue determinante para «entrenarse» a saber sopesar con sentido práctico cada evento de la vida «del tejado para arriba», como solían decir con alegre simpatía.

Su compromiso social y apostólico

El compromiso social de la pareja se encarnó en diversas formas. Por ejemplo, en su constante servicio como voluntarios en la UNITALSI, donde él fue camillero y ella enfermera, y casi siempre juntos acompañaban con gran entrega a los enfermos en sus peregrinaciones a Lourdes y Loreto. También fueron Terciarios franciscanos y durante las dos Guerras mundiales hicieron todo lo posible por asistir a los soldados y civiles heridos. En contacto permanente con la Abadía de Subiaco, salvaron más de 150 vidas de la persecución nazi. Ayudaron a las víctimas del terremoto de Catania. Participaron en la Acción Católica y en el apoyo a la Universidad Católica. Animaron a los grupos del Movimiento de Renacimiento Cristiano. Parece ser que ellos fueron unos de los primeros en inaugurar los cursos de preparación al matrimonio, en una época en la que no se sentía tal necesidad formativa. El secreto de su fecundo apostolado se fundaba en el simple testimonio de cada día, en una relación conyugal que incluía la presencia de Jesús entre ellos: cada mañana «al salir de la iglesia, entonces (Luis) me daba los buenos días, como si sólo despuès de la comunión con Jesús el día tuviera su verdadero buen comienzo», escribió ella en sus memorias.

El dolor de la separación, el consuelo de la oración y la vida eterna

Después de casi medio siglo de vida juntos, en 1951 hicieron la última reunión de toda la familia en Roma, y a finales de noviembre Luis, ya debilitado por un infarto, murió. El dolor de María por la separación fue inmenso, pero encontró consuelo en el afecto de sus hijos y amigos, en la oración y en la unión con Dios. 14 años más tarde, el 26 de agosto de 1965, llegó también para ella la hora de su encuentro con el Padre. A mediodía, inmediatamente después del rezo del Ángelus, murió tranquilamente en los brazos de su hija Enriqueta. El testimonio del matrimonio Beltrame Quattrocchi -afirmó san Juan Pablo II- «es una confirmación singular de que el camino de santidad realizado juntos, como pareja, es posible, es hermoso, es extraordinariamente fecundo y es fundamental para el bien de la familia, de la Iglesia y de la sociedad».

«Él no se avergüenza de llamarlos hermanos,» (Heb 2,11)

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