Súplica: La súplica, entonces, se convierte en un momento de íntima comunión con Dios, donde nuestra vulnerabilidad se encuentra con su infinita misericordia y amor: a través de ella, aprendemos a confiarnos más profundamente en Dios, encomendándole toda nuestra vida, nuestras preocupaciones, nuestras esperanzas y nuestros deseos.