La oración no es una fórmula de comunicación automática, sino al contrario, requiere la enseñanza, la disciplina, las modalidades que sólo el Maestro puede dar. Como los discípulos le pidieron a Jesús enseñarles a orar, también nosotros, para entrar en una relación más íntima y personal con Dios, no debemos temer pedir ayuda, en primer lugar, al Maestro y, sucesivamente, a quien, como guía espiritual, desde hace más tiempo camina en la presencia del Señor y ya ha aprendido a reconocer los pasos y la ruta.