ALZAR SIMPLEMENTE LAS MANOS DÍA Y NOCHE

El segundo episodio memorable sobre la fuerza de la oración está en el libro del Éxodo. Israel está de camino hacia la Tierra Prometida: pero el viaje está lleno de dificultades, riesgos, emboscadas y enemigos. Ante un enemigo poderoso y peligroso, Moisés toma la siguiente decisión:

«Amalec vino y atacó a Israel en Refidín. Moisés dijo a Josué: “Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón de Dios en la mano”. Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; entretanto, Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto las manos, vencía Israel; mientras las tenía bajadas, vencía Amalec. Y, como le pesaban los brazos, sus compañeros tomaron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras, Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así resistieron en alto sus brazos hasta la puesta del sol».

(Ex 17,8-12)

A veces, ante los continuos problemas de nuestro duro camino hacia el Paraíso, nosotros buscamos soluciones de pura alquimia humana y también de una astucia totalmente terrestre.

¿Y si en cambio la solución estuviera en alzar simplemente las manos a Cristo día y noche? ¿Acaso no es posible que el ejemplo de Moisés tenga algo que enseñarnos también a nosotros, «profesores» de Dios más que «testigos» de Dios?

En teoría, todos estamos convencidos de la importancia de la oración: se habla muy a menudo de ello y se repite por todas partes.

Pero ¿estamos de verdad seguros de que la oración está en el centro de nuestra vida? ¡Una cosa es hablar de oración y otra bien distinta es orar!

A veces, ante los recurrentes e insidiosos desafíos de la historia, todos estamos tentados de abandonarnos a colaboraciones de refinadas competencias y de alta profesionalidad… teórica. ¿Y si en vez de eso buscáramos simplemente a algunas personas, como Aarón y Jur, para tener siempre en alto las manos de quienes tienen que orar por todos? ¿No pensamos que tendríamos más fuerza y credibilidad, más eficacia en nuestro apostolado?

Apuntes para la Oración Vol.1
Dicasterio para la evangelización

«Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.» (Heb. 1,2)

Engendrado y No Hecho – Templo Nueva Vida

LA HOMILÍA DEL P. OSCAR

Homilía  P. Oscar – 22/12/2024

REFLEXIONES VARIAS

P. Obispo Jorge Scheinig
Reflexión de Navidad – 23/12/2024

LLEGARON LAS AGENDAS

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I SÍNODO ARQUIDIOCESANO – DOCUMENTO FINAL

3 MINUTOS DE RETIRO

MENSAJES DIARIOS DEL PAPA

Que el Jubileo sea la ocasión para perdonar las deudas, especialmente aquellas que gravan sobre los países más pobres. Cada uno de nosotros está llamado a perdonar las ofensas recibidas, porque el Hijo de Dios ha venido a curarnos y perdonarnos.

En esta Navidad, inicio del Año jubilar, invito a todas las personas, a todos los pueblos y naciones a armarse de valor para cruzar la Puerta, a hacerse peregrinos de esperanza, a silenciar las armas y superar las divisiones.

La Puerta está abierta, abierta de par en par. Vengan, dejémonos reconciliar con Dios, y entonces nos reconciliaremos con nosotros mismos y podremos reconciliarnos entre nosotros, incluso con nuestros enemigos.