Desde el Tepeyac, Santa María de Guadalupe se hace eco y voz de su pueblo.
Sus palabras a Juan Diego —“¿Por qué temes?, ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?”— siguen siendo hoy un signo y una promesa. Invitan a confiar en su presencia y en su intercesión poderosa.
En América Latina, Nuestra Señora de Guadalupe despierta una profunda confianza filial. Su imagen mestiza la muestra cercana a los pobres, compartiendo sus dolores y angustias. Y al revelar su predilección por los humildes y necesitados, nos impulsa también a nosotros a vivir un amor generoso, compasivo, capaz de defender y levantar a los que sufren.



