Mons. Oscar Ojea
Obispo emérito de San Isidro
Como es habitual, monseñor Oscar Ojea, emérito de la Diócesis de San Isidro, compartió su reflexión pastoral para el trigésimo Domingo del Tiempo durante el Año, expresando:
“En la parábola del publicano y el fariseo, Jesús contrapone dos actitudes, dos modalidades de oración. En realidad, la oración para Jesús establece una relación, una relación de amor. La oración vendría a ser el lenguaje del amor. Y si pensamos en el fariseo, no está estableciendo ninguna relación; al contrario, se está mirando a sí mismo como en un espejo, se siente seguro de sí, reza de pie porque se siente dueño de casa y agradece poder cumplir con la ley.
Él se cree un cumplidor de la ley y está satisfecho con esto. Pero esto no es lo que Jesús más deplora de la oración del fariseo, la hipocresía, sino la comparación con el otro. ´Gracias porque yo no soy como ese, yo soy distinto´.
En realidad, en el Evangelio, la identidad no se construye por separación, por distancia, sino que es al revés. La identidad se construye por cercanía, por amor. El en la parábola del buen samaritano, por ejemplo, el buen samaritano logra su pertenencia a esta fraternidad, a este ser hijo de Dios, porque se acerca a su hermano que es distinto, entonces vence ese espíritu de separación. Esto es deplorable para la oración. Creerse superior a los demás y hacer hincapié en la separación. Al contrario, el publicano como actitud es una actitud humilde, se inclina ante el Señor y se queda a distancia y dice: ´Ten piedad de mí, Señor, porque soy un pecador´. Esto es lo que conmueve el corazón de Dios. Esta es la oración del pobre que atraviesa las nubes, como escuchamos en la primera lectura.
El Papa Francisco en la encíclica Dilexit nos, nos enseña que Jesús nos ama con el corazón del creador, ya que en él fueron hechas todas las cosas. Nos ama con el corazón del amigo porque se hizo hombre y viene a revelar los secretos del Padre, viene a hacerse amigo nuestro, pero también nos ama con amor emotivo, con amor sensible, como cuando llora por Lázaro. La oración del pobre, el clamor de su pueblo llega al corazón de Dios. Por eso dice: ´Uno volvió a su casa justificado´. Va a decir San Pablo, repitiendo a Habacuc: ´El justo vive de la fe y no de las obras de la ley´. No son las obras externas las que justifican, sino es la relación con Dios, el saberse verdaderamente humilde.
Es notable que a través de los años esta oración del publicano haya perdurado en la historia de la Iglesia. En el siglo pasado tenemos ese magnífico libro oriental ortodoxo de las memorias del peregrino ruso que nos enseña un modo de oración acompasado con un gran compromiso del cuerpo, de la respiración, repitiendo continuamente la oración del publicano: ´Ten piedad de mí porque soy un pecador´. Este es era el contenido fundamental de la oración porque alude a la actitud de relación filial y humilde con el Señor.
Que el Señor nos enseñe a rezar de esta manera con esta verdadera actitud cristiana que cuya base es la humildad.
Que Dios los bendiga”.



