Ser cristiano es dejar que la fe transforme toda nuestra vida, que salga del ámbito interior y se haga testimonio visible en medio del mundo. No basta creer en silencio; hay que vivir de tal modo que otros puedan reconocer en nosotros el rostro de Cristo.
Este camino no es fácil. Requiere valentía, constancia y la ayuda de la gracia. Pero Jesús nos asegura su amor y el auxilio eficaz de su Espíritu.
Él mismo saldrá a nuestro encuentro y se pondrá de nuestro lado en el momento decisivo.
No se dejará ganar en generosidad por aquellos que fueron fieles, por quienes no se avergonzaron de confesar su nombre, ni de vivir como discípulos suyos en medio de un mundo que muchas veces lo rechaza.



