Jesús enseña una libertad que nace de la confianza en el Padre. Es libre frente a la ley, libre frente al poder, libre frente al miedo. Quien lo sigue, está llamado a vivir esa misma libertad. El miedo es la primera cadena del alma, y quien teme ya está prisionero. Jesús, cercado por sus enemigos, no se deja atrapar porque su corazón pertenece solo a Dios.
Por eso nos invita a tener temor de Dios, pero no un temor servil que busca evitar el castigo, sino el temor santo de quien se sabe amado y no quiere traicionar ese amor. Ese temor no paraliza, sino que libera, porque nace del amor y conduce a la fidelidad.



