Jesús revela el verdadero sentido de la ley: no como un yugo que oprime, sino como luz que libera. La ley encuentra su plenitud cuando nos conduce al amor. Porque toda ley que impida hacer el bien se convierte en mentira, y toda fidelidad que no abre a la misericordia se vuelve idolatría.
Cristo nos entrega una nueva ley: la del amor que se traduce en obras, la del descanso que no paraliza, sino que mueve a tender la mano al hermano necesitado.
Como Iglesia, estamos llamados a lo mismo: a abrir caminos de esperanza, a proclamar la Palabra y hacerla eficaz. La misión no es repetir ritos ni encerrarse en sistemas de ideas, sino sembrar vida en el corazón de la historia. Es recrear la cultura, el pensamiento, la acción y el amor desde las raíces con la fuerza de la Buena Noticia.