Hoy la misión de Cristo sigue viva en nosotros. También nosotros estamos llamados a ampliar horizontes y a hacer presente el Reino allí donde estemos. Bajo la guía del Espíritu, debemos edificar la Iglesia en unidad y en una caridad creativa. Cada vez que nos apoyamos en la Palabra del Señor y buscamos liberarnos de las fuerzas que nos esclavizan —egoísmos, injusticias, odios, indiferencias— nos hacemos discípulos en la libertad del Evangelio y signo vivo del Reino.
Liberamos y desatamos cadenas cuando, aun a costa de lo que sea, trabajamos por la paz; cuando no nos dejamos vencer por la desesperanza ni por la ingenuidad, y damos testimonio de que es posible soñar y construir un mañana nuevo; cuando, más allá de nuestras diferencias, somos capaces de reunirnos en torno a una misma Palabra y a un mismo Pan.