Hoy celebramos la Fiesta de la Santísima Trinidad. No se trata de un teorema religioso ni de una fórmula matemática donde tres son uno y setenta por siete es infinito. La Trinidad no es una idea abstracta: es el fundamento de nuestra manera de vivir y de relacionarnos.
El Padre, que se ha hecho nuestro Padre, nos ama sin condiciones. El Hijo, con su entrega, confirma ese amor con su vida, su cercanía a los más débiles y su don total. Y el Espíritu Santo, derramado en nuestros corazones, es la presencia viva de Dios que nos sostiene en medio de los conflictos y las divisiones, dándonos unidad, esperanza y un amor que se comparte.
El misterio de la Trinidad se hace cercano a nuestra vida por medio de la fe. Reconocemos a Dios como Padre cuando aprendemos a ver a los demás como hermanos. En cada gesto de fraternidad, de amistad, de comunidad, sentimos la fuerza del Espíritu, que nos impulsa a vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.



