Jesús, con ternura, nos recuerda que ser discípulos es un llamado que nace de Él. Aunque sabe que su ausencia será difícil, confía en nosotros y nos envía al mundo con la fuerza del Espíritu. Nuestra misión es vivir en medio del mundo sin ser dominados por sus egoísmos y maldades. No estamos llamados a alejarnos, sino a transformar la realidad con amor, verdad y justicia.
Ser cristiano significa vivir con la mirada de Cristo, no siguiendo las falsas promesas del poder o la riqueza, sino las bienaventuranzas que nos guían a la verdadera alegría y unidad. Jesús nos protege y nos consagra para que seamos testigos valientes, enfrentando la mentira y el odio, y construyendo así un mundo más humano y justo, donde todos puedan sentirse en casa.