Fuera de Él no hay verdad ni vida, porque Él es el único camino. Y eso debe notarse en los mil pequeños gestos de cada día: en nuestro trato con los demás, en nuestra mirada sobre la historia, en la forma en que juzgamos los acontecimientos. Jesús camina por donde la vida está amenazada, donde quiere crecer, donde la vida vale. Y para darnos certeza, se adelanta.
El seguimiento de Jesús nos pide algo más que imitarlo. Se trata de caminar como comunidad de discípulos que han encontrado en Él un camino hacia el encuentro con Dios, que se expresa en el amor a todos los hombres, especialmente a los más pobres y desamparados.
Esta forma de vivir la fe nos llama a arriesgarnos con creatividad y a transitar nuevos caminos. Hoy, como ayer, el verdadero discípulo de Jesús sabe que “se hace camino al andar”.