Jesús es la más clara manifestación de la voluntad salvadora de Dios. El ser humano está llamado a acoger con libertad interior esa salvación que Dios ofrece gratuitamente. Está llamado a responder con amor al amor que Dios le brinda. Por eso, cada persona conserva siempre una responsabilidad última sobre sí misma y su propia salvación.
Quien no acepta a Jesús y sus palabras encuentra su juez en esa misma Palabra. El juicio no consiste en un acto externo, sino que es un autojuicio: el ser humano, con su conducta, pronuncia sentencia sobre sí mismo. La decisión se juega aquí y ahora, entre la fe y la incredulidad. Lo que sucederá en «el último día» no será otra cosa que la manifestación pública de la decisión ya tomada en esta vida.