Cuando hacemos “lo que Él dice”, todo se convierte en algo “de mejor calidad”. El don de su Espíritu en el corazón de su pueblo lo impulsa a ponerse al servicio de los demás, lo cual es mucho mejor que el encierro en el egoísmo o la autosuficiencia.
La experiencia del amor de Dios nos permite vivir nuestra existencia como una fiesta desbordante de gozo y amistad. En esta fiesta, Dios se regocija con la alegría de sus hijos, quienes, fortalecidos por el vino nuevo del Espíritu de Jesús, pueden llegar mucho más lejos que lo que cualquier ley puede exigir: dar incluso la vida por la felicidad de todos los miembros de la humanidad.
A nosotros nos toca decidir si queremos ser muy buenos, muy cumplidores, y no alcanzar nada, como el agua; o ser enamorados de Dios y de los hombres, vino nuevo capaz de hacer posible lo imposible.