Jesús sigue hablándonos hoy. Creer en Él no es mirar al pasado, sino reconocer cómo Dios actúa aquí y ahora. La salvación no es solo algo que ocurrió; es una acción viva de Dios en el presente.
Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre, la vida alcanzó su mayor dignidad. En Jesús, el amor humano se convirtió en el reflejo más poderoso del amor de Dios. Desde entonces, todas las expresiones auténticas del amor —desde las más espirituales hasta las más simples— nos muestran cómo Dios ama al mundo.
Nuestro camino de fe nos invita a “encarnarnos” como Jesús, estando cerca de las personas, compartiendo su vida como hermanos. No se trata de imponer, sino de acompañar y ser discípulos misioneros.
En Jesús, cada palabra, gesto y sentimiento es auténtico, porque nacen de lo más profundo de su ser. Hoy estamos llamados a ser como Él: palabras que iluminan, que generan vida, que llenan de sentido.