El Espíritu Santo atestigua que Jesús es Dios con nosotros y que Él tiene el poder de bautizarnos con el Espíritu Santo y de cumplir lo anunciado por Juan: Jesús es el que quita el pecado del mundo.
El pecado del mundo es la elección de una vida en tinieblas que frustra el plan creador de Dios, impidiendo a los hombres vivir y buscar la plenitud. Al quitar el pecado del mundo, Jesús libera al ser humano de todo tipo de esclavitud.
Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Él ha venido como nuestra reconciliación y cargó sobre sí los pecados del mundo para que seamos santos como Dios es Santo. Aquellos que nos sumergimos en Él participamos del mismo Espíritu de Dios. Somos sus hijos, llamados con nuestro testimonio de amor y servicio a hacer creíble la historia de la Navidad, en la que Dios envió a su Hijo en carne humana para devolvernos a todos la alegría, la paz y la vida.