SAN CRISTOBAL, MÁRTIR

Protector de los viajeros

La imagen más frecuente de San Cristóbal representa un gigante barbudo que lleva sobre los hombros al Niño Jesús y le ayuda a atravesar las aguas de un río; el Niño sostiene el mundo con la punta de los dedos, como si jugase con una pelota.

Esta imagen se refiere a una de las leyendas  más conocidas sobre el santo. Según esta tradición, su verdadero nombre era Reprobus, y era un gigante que deseaba servir al mayor rey que existiese. Llegado a la corte de un rey que se consideraba invencible, se puso a su servicio; pero un día vio que el monarca se santiguaba ante la mención del diablo. Le preguntó el por qué, y el rey le dijo que tenía miedo del diablo, por lo que cada vez que lo oía nombrar, hacía el signo de la cruz buscando protección.

El gigante entonces se puso a buscar al diablo, considerándolo más poderoso que el rey. No tardó en encontrarlo, y comenzó a seguirlo y a servirlo. Pero un día, pasando por un camino en el que había una cruz, el diablo cambió de ruta. Reprobus le preguntó el motivo, y el diablo admitió que se veía obligado a escapar asustado ante la cruz, porque Cristo había muerto sobre una cruz. Entonces Reprobus lo abandonó para buscar a Jesucristo.

Conoció a un ermitaño que le instruyó en la fe cristiana y le sugirió que construyese una cabaña cerca de un río de aguas peligrosas y viviese allí ayudando a los caminantes a atravesarlo, empleando su estatura y su fuerza. Este servicio complacería a Cristo, pues mucha gente perecía tratando de atravesar el río. Un día, el gigante escuchó una voz infantil que le pedía ayuda: era un niño que deseaba pasar a la otra orilla. El gigante lo cargó sobre sus hombros y comenzó a atravesar las aguas tumultuosas; pero a medida que avanzaba, el peso del niño aumentaba, hasta el punto de que solo con un gran esfuerzo consiguió alcanzar la orilla opuesta. Allí el Niño le reveló su identidad: era Jesús, y el peso que el gigante había sostenido era el del mundo entero, salvado por la Sangre de Cristo.

Esta leyenda, además de inspirar la iconografía occidental, ha hecho que San Cristóbal sea invocado como patrón de los barqueros, los peregrinos y los viajeros.

El santo con cabeza de perro

En Oriente, San Cristóbal es representado generalmente con cabeza de perro, como testimonian muchos iconos conservados en San Petersburgo y Sofía. Según algunos, esta iconografía indica que se trata de un culto nacido en el ámbito helenístico-egipcio, con una clara referencia al dios Anubis.

Más probable, aunque más complicada, es esta otra hipótesis: Reprobus se enroló en el ejército romano y se convirtió al cristianismo con el nombre de Cristóbal. Denunciado por su actividad de apostolado entre sus camaradas y conducido ante el juez, resistió a todos los intentos de hacerle abjurar de su fe, por lo que fue decapitado. Así, Cristóbal llevó a Cristo en su corazón hasta el martirio, como el asno  llevó a Cristo en su entrada triunfal en Jerusalén. Por esta razón, en Oriente se difundió inicialmente la costumbre de representar a Cristóbal con cabeza de asno, que más adelante fue transformada en cabeza de perro. Se trataría por tanto de una iconografía propiamente cristiana, sin ninguna relación con los cultos paganos.

Protector de los ojos

Según la Leyenda Áurea, el martirio de Cristóbal tuvo lugar en Samo, en Licia, un 25 de julio. El santo resistió a las torturas infligidas con barras de metal ardiente. Entonces le dispararon flechas, que quedaron suspendidas en el aire; una de ellas volvió hacia atrás y atravesó el ojo del soberano que había ordenado el suplicio. El rey dio orden de decapitar a Cristóbal, y el santo, antes de morir, le dijo: “Lávate el ojo con mi sangre y quedarás curado”. El rey recuperó la vista y se convirtió. Desde entonces se invoca la intercesión de San Cristóbal para curar las enfermedades de la vista.

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Ricardo – 22/6/2025

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MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

22/6/2025

Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.