Frente a la familia de sangre, se presenta la verdadera familia. De esta forma, Jesús señala que el vínculo de sangre derivado de la pertenencia a un mismo hogar, clan o pueblo debe ceder ante otro tipo de vínculo: el que surge del discipulado y del seguimiento. El discípulo es “familiar de Jesús”. Jesús ofrece a los hombres la cálida intimidad de su familia. Entre Dios y los hombres ya no hay solo relaciones de obediencia y sumisión como entre un amo y sus subalternos. Con Jesús entramos en la familia de Dios, como sus hermanos y hermanas, como su madre.
Este nuevo vínculo se realiza en torno al Padre Dios, que es capaz de crear un nuevo tipo de unidad familiar. La nueva familia de Jesús se realiza en todos aquellos que colocan por encima de todo el querer del Padre, realizado en Jesús y en su mensaje. La característica esencial del discípulo de Jesús es “hacer la voluntad de Dios.