SAN IRENEO, OBISPO DE LYON Y MÁRTIR

Nativo de Asia, probablemente nacido en Esmirna, llegó a la Galia en el 177 d. C. Cuando aún era joven, tenía como maestro al obispo Policarpo, discípulo del apóstol Juan. Fue un verdadero testimonio cristiano en un período de dura persecución. Para evangelizar a celtas y germanos, aprendió las lenguas de aquellos pueblos conocidos como los bárbaros. Como pastor, se distinguió por la riqueza de la doctrina y el ardor misionero. Una de las herejías a las que se enfrentó fue el «gnosticismo», un movimiento filosófico-religioso según el cual la fe enseñada en la Iglesia sería solo un simbolismo. De sus escritos, quedan tan sólo dos obras: los cinco libros titulados «Contra las herejías» y “La exposición de la Predicación Apostólica».

Defensor de la fe

La defensa de la doctrina ha marcado su vida y su impulso misionero. En la obra «Adversus haereses» (Contra las herejías) escribe: «La Iglesia, aunque esté diseminada por todo el mundo, custodia cuidadosamente [la fe de los Apóstoles], como si viviera en una sola casa, y al mismo tiempo cree en estas verdades, como si tuviera un solo alma y el mismo corazón, en pleno acuerdo estas verdades proclaman, enseñan y transmiten, como si tuvieran una sola boca. Los idiomas del mundo son diferentes, pero el poder de la Tradición es único y es el mismo: las iglesias fundadas en Alemania no han recibido ni transmitido una fe diferente, ni tampoco aquellas fundadas en España o entre los celtas o en las regiones orientales o en Egipto o en Libia o en el centro del mundo”.

La visión de Dios y la inmortalidad

Para Ireneo, quien ha expuesto claramente las verdades de la fe, el Credo de los Apóstoles es la clave para interpretar el Evangelio. «La gloria de Dios – escribe – da la vida; por eso aquellos que ven a Dios reciben la vida. Y por esto el que es ininteligible, incomprensible e invisible, se hace visible, comprensible e inteligible para los hombres, para dar vida a aquellos que lo entienden y lo ven. Es imposible vivir si no se ha recibido la vida, pero la vida es solo a través de la participación en el ser divino. Sin embargo, esta participación consiste en ver a Dios y disfrutar de su bondad. Los hombres, por lo tanto, verán a Dios para vivir, y se convertirán en inmortales y divinos en fuerza por la visión de Dios».

«Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.» (Heb. 1,2)

Engendrado y No Hecho – Templo Nueva Vida

LA HOMILÍA DEL P. OSCAR

1/1/2025

29/12/2024

REFLEXIONES VARIAS

P. Obispo Jorge Scheinig
Apertura Año Jubilar – 29/12/2024

Mons. Ángel Rossi – 29/12/2024

LLEGARON LAS AGENDAS

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I SÍNODO ARQUIDIOCESANO – DOCUMENTO FINAL

3 MINUTOS DE RETIRO

MENSAJES DIARIOS DEL PAPA

Expreso mi agradecimiento y mi aprecio a todos aquellos que, en las numerosas zonas de conflicto, trabajan por el diálogo y las negociaciones. Recemos para que cesen los combates en todos los frentes y se avance decididamente hacia la paz y la reconciliación.

Y hoy, en la Jornada Mundial de la Paz, todos estamos llamados a aceptar esta invitación que brota del corazón materno de María: hacernos cargo de la vida herida, dignificar la vida de cada quien es la base fundamental para construir una civilización de la paz.

Aprendamos como María a hallar la grandeza de Dios en la pequeñez de la vida, protegiendo el don precioso de la vida: la vida en el vientre materno, la de los niños, la de quienes sufren, la de los pobres, la vida de los ancianos, la de quienes están solos, la de los moribundos.

Encomendémosle a ella este nuevo año jubilar, entreguémosle las preocupaciones, los sufrimientos, las alegrías y todo lo que llevamos en el corazón. Confiémosle a ella el mundo entero, para que renazca la esperanza, para que florezca la paz en todos los pueblos de la tierra.

María, Madre de Dios y Madre también a nosotros, como a los pastores, muéstranos al Dios que nos sorprende siempre, que no viene en el esplendor de los cielos, sino en la pequeñez de un pesebre