En 1968 estuve con Madre Teresa de Calcuta por primera vez. Era sacerdote desde hacía apenas un año y sentí el impulso de ir a pedir a Madre Teresa que me acompañara con su oración. Madre Teresa, nada más verme, me preguntó a quemarropa:
«¿Cuántas horas rezas al día?».
Me pilló un poco por sorpresa, porque me esperaba que me preguntara: «¿Cuánta caridad haces?». En cualquier caso, le respondí: «Madre, celebro la santa misa todos los días, rezo el rosario todos los días, no descuido mi oración cotidiana del breviario…».
Madre Teresa cogió mis manos entre las suyas y me susurró al oído:
«¡No es suficiente! ¡La relación con Jesús es una relación de amor! Y en el amor uno no puede limitarse al deber. Haces bien en celebrar la misa cada día y en rezar el rosario y el breviario: ¡es tu deber! Pero tienes que añadir un poco de tiempo de adoración delante de la Eucaristía, ¡en un tú a tú con Jesús!».
El consejo de Madre Teresa me llegó al corazón, pero me permití decirle: «Madre, me esperaba que usted me preguntara: “¿Cuánta caridad haces?».
Madre Teresa se puso seria y luego me recitó lentamente estas palabras en las que se encierra todo el secreto de su vida. Dijo:
«¿Y tú crees que yo podría llevar mi amor a los pobres si Jesús no me diera su Amor cada día a través de la oración? Recuerda: ¡sin Dios somos demasiado pobres para poder ayudar a los pobres!».
Apuntes para la Oración Vol.1
Dicasterio para la evangelización