Si bien todos los que nos identificamos como cristianos compartimos el nombre y las enseñanzas de Jesús, no todos formamos parte de su familia en el sentido más profundo. La pertenencia a esta familia no se limita a una herencia biológica o a una simple etiqueta, sino que exige una profunda conexión con la esencia de su vida y coherencia en.
La familia de Jesús no se define por un apellido o una nomenclatura institucional, sino por la profunda adhesión a su mensaje y la vivencia auténtica de sus valores. Es una invitación a transformar nuestra vida, a hacer de su amor nuestro amor y a convertirnos en instrumentos de verdad, paz y justicia en un mundo que lo necesita.