El amor que Pedro siente por Jesús no se limita a un vínculo personal. Jesús le confía una misión trascendental: ser el pastor de su rebaño, cuidar y guiar a los demás. Pedro, restituido ante la comunidad, acepta con compromiso y valentía esta responsabilidad.
Las palabras de Jesús a Pedro resuenan con fuerza en nuestros corazones: “Apacienta mis ovejas”. Este llamado no se limita a los apóstoles, sino que se extiende a todos los seguidores de Cristo. Cada uno de nosotros está llamado a amar y servir a nuestro prójimo con la misma entrega y generosidad que Pedro.
La Iglesia, como comunidad de creyentes, tiene la responsabilidad de continuar la obra de salvación que Jesús inició. Inspirados por el amor de Pedro, debemos ser testigos de la fe en el mundo, servir a los más necesitados y proclamar la Buena Noticia a todos los pueblos.





