Jesús nos invita a “tener valor” porque Él es la fuente de la paz y porque con Él la victoria es posible. En los momentos de lucha por el Evangelio, en los sufrimientos de la persecución o en la desolación por el aparente fracaso, debemos recordar la victoria de Jesús sobre el mundo. Ella asegura a los discípulos la paz fecunda y les recuerda que ningún poder sobre la tierra es absoluto: ni los grandes imperios de la historia, ni los poderes actuales del mundo globalizado y despiadado. La paz que les deseaba como despedida debe ser una realidad gracias a la unión con Él.
Sobre cualquier fuerza que quiera imponerse en la historia como absoluta y definitiva, se levanta la cruz de Jesús, quien vino a los suyos para que tuvieran vida y vida abundante. La victoria de Cristo en la cruz sobre el mundo asegura a los discípulos serenidad en medio de las pruebas.