SAN PATRICIO, OBISPO DE IRLANDA

Un muchacho que reza

Maewyn Succat, es el nombre con el que Patricio fue bautizado. Nació en la Britania Romana entre el año 385 y el 392 en el seno de una familia cristiana. Cuando tenía quince o dieciséis años fue raptado por un puñado de piratas irlandeses que lo llevaron al norte de Irlanda y lo vendieron come esclavo. En su “Confesión”, en la que se firma “Patricius” y en la que relata la experiencia de aquellos años, escribe: “El amor por Dios y el temor a Él crecieron en mí, y así la fe. En un solo día rezaba cien oraciones, y de noche casi otras tantas. Rezaba en los bosques y sobre los montes, incluso antes de la aurora. Ni la nieve, ni el hielo, ni la lluvia parecían tocarme”.

Después de seis años de prisión, Patricio tuvo en sueños la premonición de la libertad ya próxima y, obedeciendo a la visión que tuvo mientras dormía, escapó de la vigilancia y recorrió a pie los casi doscientos kilómetros que lo separaban de la costa. Allí logró que algunos marineros se apiadaran de él y lo embarcaron con ellos hasta volver a Britania, donde pudo volver a abrazar a su familia.

Una visión

Pocos años después, Patricio tuvo otra visión, que también describe en la “Confesión”: “Vi a un hombre que venía hacia mí, como procedente de Irlanda; su nombre era Victorio, llevaba consigo algunas cartas, y me entregó una. Leí la primera línea: ‘Invocación de los irlandeses’. Mientras leía, me pareció escuchar la voz de la gente que habitaba en la foresta de Vocluto (el lugar de su prisión), cerca del mar occidental, y me pareció que me imploraran, llamándome ‘joven siervo de Dios’, para que fuera con ellos”. Esta visión incitó a Patricio que prosiguió sus estudios de formación, hasta que fue ordenado presbítero por Germán, Obispo de Auxerre. Sin embargo, su sueño de evangelizar Irlanda aún no estaba próximo a realizarse. Su candidatura al ministerio episcopal, con vistas a su envío a Irlanda, fue obstaculizada en base a una presunta falta de preparación debida a la irregularidad de sus estudios; lo que fue durante mucho tiempo un dolor para Patricio que en la “Confesión” admite: “No he estudiado como otros que se han nutrido en medida igual del derecho y de la Sagrada Escritura y desde la infancia han perfeccionado su lengua. Yo, en cambio, he tenido que aprender una lengua extranjera. Algunos me acusan de ignorancia y de tener una lengua balbuciente, pero en realidad está escrito que las lenguas balbucientes aprenden rápidamente a hablar de paz”.

Obispo en Irlanda

Finalmente, en una fecha imprecisada, entre los años 431 y 432, Patricio fue consagrado Obispo de Irlanda por el Papa Celestino I, y llegó a Slane el 25 de marzo del 432. El Obispo que lo había precedido, Paladio, había regresado a su patria desanimado después de menos de dos años de misión. Patricio se encontró entonces con que tuvo que afrontar innumerables dificultades: el jefe de una de las tribus trató de que fuera asesinado, y durante sesenta días fue encarcelado, pero a pesar de las tribulaciones, Patricio continuó durante casi cuarenta años su obra misionera, llegando a convertir a miles de irlandeses, introduciendo la vida monástica y estableciendo la sede episcopal en Armagh.

El trébol

Según la tradición, San Patricio solía explicar el misterio de la Trinidad mostrando el trébol, en el que las tres hojitas están unidas por un único tallo. El primer testimonio escrito de esto se remonta sólo al 1726, pero la tradición podría tener raíces mucho más antiguas. Las imágenes de San Patricio lo retratan con una cruz en una mano y un trébol en la otra. Por esta razón El trébol es hoy el símbolo de la fiesta de San Patricio, que cae el 17 de marzo, día de su muerte acaecida en el año 461 en Saúl. Sus restos fueron trasladados y sepultados en la Catedral de Down, que desde entonces se denomina Down Patrick.

«Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.» (Heb. 1,2)

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MENSAJES DIARIOS DEL PAPA

Que el Jubileo sea la ocasión para perdonar las deudas, especialmente aquellas que gravan sobre los países más pobres. Cada uno de nosotros está llamado a perdonar las ofensas recibidas, porque el Hijo de Dios ha venido a curarnos y perdonarnos.

En esta Navidad, inicio del Año jubilar, invito a todas las personas, a todos los pueblos y naciones a armarse de valor para cruzar la Puerta, a hacerse peregrinos de esperanza, a silenciar las armas y superar las divisiones.

La Puerta está abierta, abierta de par en par. Vengan, dejémonos reconciliar con Dios, y entonces nos reconciliaremos con nosotros mismos y podremos reconciliarnos entre nosotros, incluso con nuestros enemigos.