Oscar fue un gran erudito que ya desde muy joven fue estudiante de los benedictinos en la Abadía de Corbie, cerca de Amiens, en Picardía, en el norte de Francia. Allí regresó más tarde para hacerse monje y luego fue nombrado «maestro interno», un puesto que ocupó en la nueva Corbie, una comunidad nacida en Sajonia.
La misión en el Gran Norte
En 826 Oscar partió para Dinamarca con el nuevo Rey Harald que acaba de bautizar, pero después de sólo un año el soberano se vio obligado a dejar el trono. Oscar siguiò entonces al monje Vittmaro en su misión a Suecia, donde el rey local era tolerante con la predicación de la fe en Cristo; creencia nueva considerada como la religión de los forasteros y de los prisioneros de guerra. Los resultados fueron tan buenos que el nuevo emperador Luis «el Piadoso» alentó el nacimiento de una nueva estructura eclesiástica en estas tierras, que tuvo como sede Hamburgo, de este lado del mar. De ese modo Oscar se convirtió en obispo.
La semilla de la evangelización
Cuando Lodovico murió, el imperio comenzó a desmoronarse también por las incursiones de pueblos invasores como los Normandos que devastaron los territorios del norte de Europa en esos años. La destructiva ola vikinga llegó tambièn a Hamburgo, tanto que Oscar se vio obligado a refugiarse en Bremen donde, como obispo, pasó los últimos años de su vida trabajando, según algunas fuentes, en la edicion de una Biblia para los pobres. En la catedral de la ciudad se conservan algunos fragmentos de esa antigua Biblia. Murió en el año 865, sin haber visto realizado el sueño de una profunda evangelización del Norte de Europa, pero con la alegría de haber sembrado en esas tierras la primera pequeña semilla del anuncio de la fe en Cristo.