«Haz bien lo que estás haciendo y aprovecha al máximo el hacer las cosas más pequeñas.»
El primero de cinco hermanos, Juan nació en la humilde familia de un curtidor flamenco. Cuando tenía sólo 10 años, su madre cayó gravemente enferma. De inmediato fue puesto bajo el cuidado de sus tíos y luego fue internado en un colegio. Juan maduró pronto y clarificó sus ideas: sintió que quería ser sacerdote. Así que comenzó los estudios de latín en la escuela de Diest, pero el dinero era escaso y para complacer a su padre que no estaba de acuerdo con su vocación religiosa, tuvo que aprender un oficio. Con el tiempo, el contacto con su hijo santo lo cambió tanto que después de la muerte de su esposa, él mismo se convirtió en un sacerdote en 1616. En tales cirtunstancias apareció la intervención de la Providencia: Juan entró en la casa del canónigo Froymont en Malinas y allí, como buen educador, se ocupó de instruir a los jóvenes de la nobleza y así se ganó lo necesario para seguir estudiando.
Siguiendo los pasos de Luis Gonzaga
Es el año 1615 los jesuitas abrieron un colegio en Malinas, en un momento en el que Juan estaba indeciso sobre la forma de concretar su vocación. Leyendo por curiosidad la biografía de Luis Gonzaga que había muerto pocos años antes, comprendió dónde lo quería el Señor y entró en la Compañía de Jesús. Se convirtió en un alumno excepcional que observaba perfectamente las diversas reglas que entonces eran diferentes de una comunidad a otra; tanto era así que después de sólo un año fue nombrado Maestro de novicios, que eran más de cien. Después de hacer sus votos perpetuos en 1618, fue enviado a Roma para continuar sus estudios, pero allí cayó gravemente enfermo y murió en 1621 a la edad de sólo 22 años. Fue enterrado en Roma en la iglesia de la Compañia de Jesús dedicada a San Ignacio de Loyola. Una reliquia de su corazón se encuentra en Lovaina, en la iglesia jesuita de Saint-Michel.
La espiritualidad de Juan: Fray Hilario
A juzgar por el apodo que se ganó en su corta vida comunitaria -Fray Hilario- podemos decir que Juan fue el Santo de la sonrisa; de quella luminosa señal capaz de orientarnos en el camino de la santidad y de llenarnos de profunda paz y alegría en la vida cotidiana. Ciertamente, su sano y franco realismo espiritual provenía de sus pobres orígenes y de la escuela ascética belga, pero también luego empezó a asimilar las nuevas enseñanzas ignacianas. Se convirtió así en un ejemplo para todos de cómo vivir con alegría en el Señor. Experimentó que la gracia de Dios no eran teorías abstractas sino una vida ordinaria transformada por la continua felicidad y paz que nacían de su interior. Lo que más lo caracterizó fue su profunda caridad hacia el prójimo y su ardiente devoción a la Eucaristía y a la Virgen María. Canonizado por León XIII en 1888, junto con los santos Estanislao Kotska y el propio Luis Gonzaga, fue nombrado el Protector de todos los jóvenes estudiantes.