
El Santuario de Luján hoy y en camino a los 400 años
Llegamos al último día de nuestra novena, con el corazón dispuesto a celebrar a nuestra Madre, y después de haber recorrido un poco de su historia queremos ver su presencia en la vida de sus hijos en los últimos años.
Es necesario tener en cuenta la importancia que tiene su Santuario en el país. Y si la ciudad de Luján es considerada la “Capital de la Fe”, la casa de la Virgen podemos definirla como el corazón donde laten los sentimientos más profundos de todos sus hijos.
Uno de los rasgos característicos de esta casa es la cantidad de peregrinos que desde siempre recibió. Millones de hombres y mujeres, innumerable cantidad de peregrinaciones a las que, como un testimonio de amor supremo, en las horas más difíciles de nuestro país se suman la Peregrinación Juvenil a Luján desde el Santuario de San Cayetano en Liniers. Uno de los peregrinos más importantes ha sido el Santo Padre Juan Pablo II, quien visitó el Santuario en junio de 1982 desde su gran amor a María nos dijo que “A Ella que, desde los años de 1630, acompaña aquí maternalmente a cuantos se la acercan para implorar su protección, queremos suplicar hoy aliento, esperanza, fraternidad”.
Así, nuestra Madre de Luján es madre especialmente de miles de niños, jóvenes y adultos que reciben en su casa el bautismo, como también es testigo de la misericordia de Dios plasmada en las confesiones y la gran cantidad de promesas cumplidas que el Santuario recibe día tras día.
Hoy podemos mirar agradecidos nuestra historia y juntos mirar a María y decirle:
“Gracias Mamá, porque “Te quedaste con nosotros para siempre”.
Virgencita de Luján, madre de este pueblo argentino, que quisiste quedarte con nosotros para siempre, ayúdanos a vivir siempre unidos como hermanos peregrinando juntos a tu encuentro.
Señor Dios, que para mostrarnos tu gran amor
quisiste que Nuestra Señora de Luján
se quedará con nosotros para siempre
como Madre de este pueblo argentino,
te pedimos que junto a ella,
podamos vivir cada vez más unidos como hermanos,
amparados bajo su manto
y encontrando en sus manos alivio y fortaleza.