Lorenzo había dicho: “Mandad venir conmigo gente con carros para llevaros los tesoros de la Iglesia.” Le dieron unos carruajes y los cargó de los pobres y se presentó ante los jefes: “Estos son los tesoros de la Iglesia.”
Nada más verdadero que esto, hermanos míos. En las necesidades de los pobres se encuentran las grandes riquezas de los cristianos, si comprendemos bien cómo hacer fructificar lo que poseemos. Los pobres están siempre entre nosotros. Si les confiamos nuestras riquezas no las perderemos.