
En el camino de Damasco, unos cuatro o cinco años después de la Resurrección del Señor, Saulo de Tarsis (luego san Pablo) tuvo una doble revelación: Jesús de Nazaret es el Santo de Dios, el Resucitado de Pascua; y también que el Cristo glorioso y los cristianos conforman, por la fe, una unidad.
Toda su vida y toda su doctrina quedó marcada por esta experiencia inicial, esta iluminación que lo convirtió en apóstol de Cristo entre todas las gentes