Llamen a todos, buenos y malos. ¡Todos!

1602410634965.JPG(Vatican News) Como todos los domingos, también este 11 de octubre, el XXVIII del Tiempo Ordinario, el Papa Francisco se asomó a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano para rezar junto con los fieles presentes la oración mariana del Ángelus. La meditación del pontífice, giró entorno al relato de la parábola del banquete nupcial, del pasaje evangélico del día (cf. Mt 22, 1-14). Con él, Jesús «perfila el proyecto que Dios ha pensado para la humanidad”.

Dios no excluye a nadie

La imagen que Dios Padre ha preparado para la familia humana, dijo el Papa, es “una maravillosa fiesta de amor y comunión en torno a su Hijo unigénito”. En la parábola, esto es representado por el rey que celebró el banquete de bodas de su hijo, haciendo llamar a los invitados, que rechazan la invitación porque tienen “otras cosas que hacer”. Como el generoso rey no quiere que la sala esté vacía, puesto que “desea regalar los tesoros de su reino”, envía entonces a los siervos a ir “a los cruces de los caminos”, y a invitar a la boda a “cuantas personas encuentren”.

Así se comporta Dios: cuando es rechazado, en lugar de rendirse, relanza y manda llamar a todos los que están en los cruces de los caminos, sin excluir a nadie.

Él envía a buscar a todos los que estén dispuestos

Francisco explicó que los cruces de los caminos, a los que se refiere el evangelista, y a donde el rey envía a sus siervos a buscar a las personas, “son las periferias geográficas y existenciales de la humanidad”, en donde él tiene la certeza que encontrará “personas dispuestas a sentarse a la mesa”.

Así, la sala del banquete se llena de “excluidos”, de aquellos que nunca habían parecido dignos de asistir a una fiesta, a un banquete de bodas.

El Evangelio no está reservado para unos pocos elegidos

Verdaderamente, el amo, el rey, dice a los mensajeros: «Llamen a todos, buenos y malos. ¡Todos!» Dios también llama a los malos. «No, soy malo, he hecho tantas…». Te llama: «¡Ven, ven, ven!». Y Jesús iba a almorzar con los publicanos, que eran los pecadores públicos, allí, eran los malos… Jesús, Dios no tiene miedo de nuestra alma herida por tantas maldades, porque nos ama, nos invita.

La Iglesia – indicó el Papa – está llamada a llegar “a las encrucijadas de hoy”, a “esos lugares marginales, esas situaciones en las que se encuentran acampados y viven fragmentos de humanidad sin esperanza”. Se trata “de no apoltronarse en las formas cómodas y habituales de evangelización y testimonio de la caridad, sino de abrir las puertas de nuestro corazón y de nuestras comunidades a todos, porque el Evangelio – remarcó – no está reservado a unos pocos elegidos”.

También los que viven al margen, incluso los rechazados y despreciados por la sociedad, son considerados por Dios dignos de su amor. Él prepara su banquete para todos: justos y pecadores, buenos y malos, inteligentes e incultos.

Revestirse de la misericordia de Dios, gracia que salva

El rey, que representa a Dios Padre en la parábola, pone, sin embargo, pone “una condición”, señaló Francisco. La condición es “llevar el traje de boda”. El traje de boda simboliza “la misericordia que Dios nos da gratuitamente”, es “la gracia”, y, sin ella, “no se puede dar un paso en la vida cristiana”. Por ese motivo, “no basta con aceptar la invitación a seguir al Señor, hay que abrirse a un camino de conversión que cambie el corazón. El hábito de la misericordia, que Dios nos ofrece sin cesar, es un don gratuito de su amor, es gracia. Y requiere ser acogido con asombro y alegría”: “gracias, Señor, por haberme dado este don”.

Tal como enseñó Francisco, en la parábola, el comensal que rechazó el regalo, “se excluyó a sí mismo”, y, por lo tanto, el rey “no puede hacer nada más que echarlo”: “¿por qué?”, preguntó el Papa. Y explicó: “Porque no quiso aceptar el regalo. Porque la llamada de Jesús, la llamada de Dios es un regalo. Es un don. Es gracia”.

Este hombre aceptó la invitación, pero luego decidió que no significaba nada para él: era una persona autosuficiente, no tenía deseos de cambiar.

Por este motivo, al concluir su reflexión, Francisco elevó su oración para que “María Santísima nos ayude a imitar a los siervos de la parábola evangélica y salir de nuestros esquemas y estrechez de miras, anunciando a todos que el Señor nos invita a su banquete, para ofrecernos la gracia que salva, para darnos el don”.

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Ricardo – 22/6/2025

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MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

22/6/2025

Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.