El Papa Francisco en la audiencia general de hoy 17 de abril en la Plaza San Pedro reflexionó acerca de la oración de Jesús en el huerto de Getsemaní y la que deberíamos tener nosotros en nuestros propios getsemaníes:
«Después de la Última Cena, Jesús entra en el huerto de Getsemaní y también aquí reza al Padre.
Mientras los discípulos no logran estar despiertos y Judas está llegando con los soldados, Jesús comienza a sentir «miedo y angustia». Experimenta toda la angustia por lo que le espera: traición, desprecio, sufrimiento, fracaso.
Está «triste» y allí, en el abismo, en esa desolación, dirige al Padre la palabra más tierna y dulce: «Abba», o sea papá (cf. Mc 14, 33-36). En la prueba, Jesús nos enseña a abrazar al Padre, porque en la oración a Él está la fuerza para seguir adelante en el dolor. En la fatiga, la oración es alivio, confianza, consuelo. En el abandono de todos, en la desolación interior, Jesús no está solo, está con el Padre.
Nosotros, en cambio, en nuestros Getsemaníes a menudo elegimos quedarnos solos en lugar de decir “Padre” y confiarnos a Él, como Jesús, confiarnos a su voluntad, que es nuestro verdadero bien. Pero cuando en la prueba nos encerramos en nosotros mismos, excavamos un túnel interior, un doloroso camino introvertido que tiene una sola dirección: cada vez más abajo en nosotros mismos. El mayor problema no es el dolor, sino cómo se trata.
La soledad no ofrece salidas; la oración, sí, porque es relación, es confianza. Jesús lo confía todo y todo se confía al Padre, llevándole lo que siente, apoyándose en él en la lucha.
Cuando entremos en nuestros Getsemaníes ―cada uno tiene sus propios Getsemaníes, o los ha tenido, o los tendrá― acordémonos de rezar así: “Padre”.