Y es así. Es fácil experimentarlo. Nuestra vida llena de ruidos en casa, en la calle y hasta dentro nuestro, nos impide la comunión serena y gozosa con el Señor. Pero en medio de todo eso siempre se las arregla para acariciarte y salirte al encuentro con palabras y signos que manifiestan su amor y su misericordia.