Jesús denuncia la forma los fariseos intentan transformar a otros en copias de sí mismos, imponiéndoles sus convicciones con temor, en lugar de guiarlos hacia una verdadera relación con Dios. Esta es destructiva en la religión, ya que distorsiona la esencia del evangelio, que no busca oprimir ni uniformar las conciencias, sino que ofrece un camino de libertad y creatividad en el amor salvador de Cristo.
Jesús muestra que evangelizar no es sinónimo de hacer proselitismo encajando a todos en un molde predefinido, sino tratar de llegar a la raíz más profunda de cada uno, iluminando la realidad más íntima y personal, y permitiendo que esta realidad se convierta en portadora de vida nueva.