En la misa revivimos la Cena del Señor, el lavatorio de los pies, el mandamiento nuevo del amor fraterno que nos dejó Jesús y el inmenso regalo de su presencia en su Cuerpo y Sangre. Después, en distintos barrios de la parroquia, nos quedamos adorando a Jesús en un rato de oración con cantos, alabanzas y reflexiones compartiendo juntos en su presencia, disfrutando de su amor y ofreciéndole el nuestro.

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