¿Por qué estamos invitados
a caminar con esperanza?

Porque Jesús está al lado de su Padre y nosotros que somos sus seguidores, sabemos que allí también esta nuestro lugar definitivo. Nuestra esperanza es que nuestra vida está orientada, tiene sentido, sabemos hacia dónde caminamos y cuál es la meta.

Es verdad que también tenemos la esperanza que las cosas cambien para bien. ¿Cómo no tenerla?

  • Claro que esperamos que haya trabajo, que no tengamos un país sumergido en la pobreza, que nuestros niños y abuelos vivan con dignidad, que los jóvenes tengan oportunidades, que todos los argentinos tengan un buen pasar.
  • Aún más, esperamos que no haya corrupción, que haya solidaridad, justicia social, que se trabaje por el Bien Común y que de verdad se luche contra las adicciones y el narcotráfico.
  • Pero esperamos mucho más, que salgamos de la decadencia moral y ética en la que estamos, que se viva en la verdad y no en la mentira, que haya un orden justo y no de tanta injusticia, que el amor y la generosidad sean parte de la vida cotidiana y no el egoísmo y el individualismo.

P. Obispo Jorge Eduardo
Homilía de la Peregrinación Arquidiocesana
12 de mayo de 2024

Siempre se puede entrar en oración contemplativa, independientemente de las condiciones emocionales, de trabajo o de salud. Es la oración del hijo de Dios, del pecador perdonado que se abre para acoger el amor con que es amado y que quiere corresponder amando más. La oración contemplativa es comunión con Dios, es mirada de fe fija en Jesús.

En la visita del Papa Francisco a la cárcel de Montorio en Verona, dejó algunas palabras que también nos hacen reflexionar a nosotros:

“Para mí, entrar en una cárcel es siempre un momento importante, porque la cárcel es un lugar de gran humanidad. De humanidad probada, a veces fatigada por dificultades, culpas, juicios, incomprensiones y sufrimientos, pero al mismo tiempo llena de fuerza, de deseo de perdón, de deseo de redención».

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Juan I nació en Toscana, quizás en la zona de Siena o Aretino, de un terrateniente llamado Constancio. Se convirtió en Papa en 523, y no se sabe mucho de su Pontificado: parece que contribuyó a la ampliación y embellecimiento de algunas basílicas romanas en la via Ardeatina y en la via Ostiense gracias a la generosidad del emperador Justino I. Juan, mantuvo muchos vínculos con las Iglesias orientales.

El contexto histórico

Juan sucede al Papa Ormisda, que tiene el mérito de haber puesto fin al cisma entre Roma y Constantinopla, en colaboración con el emperador romano de Oriente Justino I, tío de Justiniano. El cisma estalló en 484 a causa del Henoticon: un «instrumento de unión» de la fe promulgado por el Emperador Zenón y el Patriarca de Constantinopla Acatías, por medio del cual se buscaba superar las controversias entre la fe católica y la herejía monofisita, que propugnaba una sola naturaleza de Jesucristo: la divina. El nuevo Papa, tuvo que enfrentarse sobre todo al arrianismo, que afirmaba que la naturaleza divina del Hijo era inferior a la del Padre. Los godos, de hecho, que entonces reinaban en Italia, y su rey Teodorico, eran partidarios de la fe arriana.

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La figura del “discípulo amado” ha sido interpretada de diversas maneras. Algunos la asocian específicamente a Juan, mientras que otros la ven como una representación de todos aquellos que siguen fielmente a Jesús. Independientemente de su interpretación literal, el texto subraya un mensaje central: el Señor Resucitado está presente en cada uno de sus discípulos, acompañándolos y sosteniéndolos en todo momento. La experiencia de la presencia de Jesucristo nos convierte a todos en potenciales “discípulos amados”. En la medida en que nos dejemos guiar por el Espíritu Santo y abramos nuestros corazones al amor de Dios, podemos convertirnos en testigos de su presencia en el mundo.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 21, 19-25

Jesús resucitado había anunciado con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»

Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: «Señor, ¿y qué será de éste?»

Jesús le respondió: «Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué importa? Tú sígueme.»

Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: «Él no morirá», sino: «Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?»

Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.

Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relatara detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.

Palabra del Señor.

El Evangelio de Marcos que hemos proclamado ilumina este momento de nuestra Iglesia Arquidiocesana. Jesús vuelve a su Padre, con la novedad de su humanidad. En Dios hay un hombre que venció la muerte y nos abrió las puertas para que tengamos la certeza que la vida es más fuerte que la muerte. De alguna manera, en Él, estamos todos nosotros.

Pero el evangelista Marcos, además nos dice, que antes de Ascender al cielo, Jesús envía a sus discípulos con el mandato de “sumergir”, es decir, bautizar a toda la creación, a todo el mundo, a todas las personas. Jesús los manda a llevar el Amor de Dios a todos lados y a cada persona. Y les asegura su compañía y la fuerza para encender al mundo con la Buena Noticia del Reino, y los invita a hacerlo sin miedos, porque su promesa es que nada, ni nadie, podrá detenerlos.

También hoy la Palabra de Dios nos habla a nosotros que somos sus discípulos y discípulas y nos invita: a caminar con esperanza, a evangelizar y a hacerlo sin miedo.

P. Obispo Jorge Eduardo
Homilía de la Peregrinación Arquidiocesana
12 de mayo de 2024

El Apóstol Pablo invita a permanecer en constante relación con el Señor y con la mirada fija en Él, aun a pesar de las dificultades que puedan surgir. En esta perspectiva, toda la Iglesia tiene una vocación contemplativa. Cada bautizado debe a contemplar a Cristo y configurarse con Él a la luz de su Palabra y de sus actitudes: de aquí entonces la necesidad de responder a la llamada, para todo cristiano, a vivir contemplando al Señor.

Como Iglesia arquidiocesana de Mercedes Luján, el domingo 12 de mayo, día en el que junto a la Iglesia universal celebramos la solemnidad de la Ascensión del Señor, nos hemos encontrado para peregrinar a la casa de nuestra Madre de Luján y poner bajo su mirada y cuidado la misión de nuestra querida Iglesia peregrina.

Con mucha alegría y emoción vivimos la peregrinación, caminando juntos como Iglesia Particular, viviendo esta nueva experiencia sinodal a la que se nos anima en cada acción pastoral.