En San León Magno y el catecismo de la Iglesia católica reconocemos la voz de la comunidad cristiana a lo largo de los tiempos anunciando el misterio de este día.
San León Magno:
«Nuestro Salvador, amadísimos hermanos, ha nacido hoy; alegrémonos. No puede haber, en efecto lugar para la tristeza, cuando nace aquella vida que viene a destruir el temor de la muerte y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa.»
»Que nadie se considere excluido de esta alegría, pues el motivo de este gozo es común para todos, nuestro Señor, en efecto, vencedor del pecado y de la muerte, así como no encontró a nadie libre de culpa, así ha venido pare salvarnos a todos. Alégrese, pues, el justo, porque se acerca a la recompensa; regocíjese el pecador, porque se le brinda el perdón; anímese el pagano, porque es llamado a la vida.»
Catecismo de la Iglesia:
Se abajó para elevarnos
460: El Verbo se encarnó para hacernos «partícipes de la naturaleza divina» (2Pe 1, 4): «Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios» (S. Ireneo). «Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios» (S. Atanasio). «El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres» (S. Tomás de A.).
El Misterio de Navidad
525: Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre; unos sencillos pastores son los primeros testigos del acontecimiento. En esta pobreza se manifiesta la gloria del cielo. La Iglesia no se cansa de cantar la gloria de esta noche: «Hoy la Virgen da a luz al Trascendente. Y la tierra ofrece una cueva al Inaccesible. Los ángeles y los pastores le alaban. Los magos caminan con la estrella: Porque ha nacido por nosotros, Niño pequeñito el Dios de antes de los siglos» (Contaquio de Romano el Melode).
526: «Hacerse niño» con relación a Dios es la condición para entrar en el Reino; para eso es necesario abajarse, hacerse pequeño; más todavía: es necesario «nacer de lo alto» (Jn 3, 7), «nacer de Dios» (Jn 1, 13) para «hacerse hijos de Dios» (Jn 1, 12). El Misterio de Navidad se realiza en nosotros cuando Cristo «toma forma» en nosotros. Navidad es el Misterio de este «admirable intercambio»: «O admirabile commercium! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad».