PASTORES Y FIELES LAICOS LLAMADOS A CAMINAR JUNTOS

Apertura del congreso para los presidentes y referentes de las Comisiones Episcopales para los laicos - jueves 16 de febrero en el Aula Nueva del Sínodo.

(Antonella Palermo – Vatican News)

Promover una pastoral integrada

La conferencia de tres días -que ha iniciado ayer, 16 de febrero, en el Aula Nueva del Sínodo- es el resultado de la Asamblea Plenaria del Dicasterio de noviembre de 2019 en la que surgió claramente la necesidad de profundizar en la responsabilidad de cada bautizado en la Iglesia. El objetivo es sensibilizar en la corresponsabilidad tanto a pastores como a fieles laicos. La lógica de «delegar» o «sustituir» a los laicos es de hecho reductiva, subraya el cardenal, y debe ser superada en línea con lo que dijo el Papa Francisco en aquella ocasión, cuando mostró precisamente la importancia de la unidad en el seno del Pueblo de Dios. El cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, en la apertura de la actual conferencia, afirmó que el dicasterio está tratando de promover este modelo de «atención pastoral integrada» y colaboración positiva.

La Iglesia no es una federación, sino un cuerpo unitario

Esta presencia activa de los laicos en la Iglesia, aclaró el cardenal, no resta valor a su misión primaria de ser fermento y levadura en la sociedad y en los ámbitos ordinarios de la vida: el trabajo, la escuela, los medios de comunicación, la cultura, el deporte, la política, la economía. «Estos, ciertamente, deben ser considerados los ámbitos ordinarios del testimonio cristiano de los laicos, pero evitando una visión rígida y exclusivista que excluya completamente a los laicos de la participación activa en la vida de la Iglesia», afirmó. Recordando el punto 55 del documento de la Comisión Teológica Internacional «La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia», Farrell dilucidó el carácter distintivo de la Iglesia: no es una federación, sino un cuerpo unitario, un sujeto comunitario.

La toma de decisiones es una tarea sinodal

Es la constitución conciliar Lumen gentium la que ofrece el programa de formación en este horizonte. Citando el 37, el prefecto se detiene especialmente en dos aspectos. En primer lugar, la necesidad de que el pastor aplique lo que prevé el Documento de la Comisión (número 69), donde distingue la fase de «toma de decisiones» de la de «toma de decisiones»: «la toma de decisiones es una tarea sinodal, la toma de decisiones es una responsabilidad ministerial». Se trata entonces de confiar a los laicos ciertas tareas para las que muestran mayor competencia, celo y creatividad que los sacerdotes y las personas consagradas, acostumbrados -declaró Farrell- a metodologías y prácticas más tradicionales y menos «incómodas». 

Campos en los que los laicos pueden expresar celo y creatividad 

El cardenal presentó algunos ejemplos que van desde el campo de la administración económica y las finanzas hasta el del derecho civil y, para quienes han hecho estudios específicos, incluso el derecho canónico, ‘pensemos por ejemplo en los procesos de nulidad matrimonial; el campo del bioderecho y la bioética (especialmente para aquellos laicos que provienen de estudios de medicina’. También se refirió al campo del diálogo entre ciencia y fe (especialmente para aquellos laicos que provienen de una formación académica con orientación científica), las comunicaciones sociales y las artes como lugar de testimonio y evangelización. Luego, está todo el compromiso con la evangelización «de calle» o en los diversos «ambientes sociales»: Farrell recordó que, en el Dicasterio que dirige, hay muchas asociaciones de fieles nacidas del impulso misionero de algunos laicos deseosos de llevar el anuncio del Evangelio a los lugares de encuentro y de trabajo: campus universitarios, ambientes militares, mundo del deporte… La recomendación es que los pastores no dejen de «vigilar y acompañar todas estas iniciativas de los laicos», concluye el cardenal Farrell, «pero confiando siempre mucho en su discernimiento y fidelidad al Evangelio de Cristo y a su Iglesia».

«El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó» (Apoc. 21,4)

LAS HERMANAS DEJESÚS POBRE, NOPODEMO SER INDIFERENTES AL SUFRIMIENTO DE LOS  HERMANOS Y HERMANAS QUE SUFREN, COMO JESÚS NOS ENSEÑA A CADA INSTANTE.

REFLEXIÓN DE LA PALABRA DE ESTE FIN DE SEMANA

P. Ricardo – 22/6/2025

REFLEXIONES VARIAS

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I SÍNODO ARQUIDIOCESANO – DOCUMENTO FINAL

3 MINUTOS DE RETIRO

MENSAJES DIARIOS DEL PAPA LEÓN XIV

22/6/2025

Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre, porque su cuerpo es el pan de la vida eterna. Cuando nos alimentamos de Jesús, pan vivo y verdadero, vivimos para Él. Ofreciéndose sin reservas, el Crucificado Resucitado se entrega a nosotros, y de este modo descubrimos que hemos sido hechos para nutrirnos de Dios.

La guerra no resuelve los problemas, sino que los amplifica y produce heridas profundas en la historia de los pueblos, que tardan generaciones en cicatrizar. Ninguna victoria armada podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños, el futuro robado. ¡Que la diplomacia haga callar las armas! ¡Que las naciones tracen su futuro con obras de paz, no con la violencia ni conflictos sangrientos!

Hoy más que nunca, la humanidad clama y pide la paz. Es un grito que exige responsabilidad y razón, y no debe ser sofocado por el estruendo de las armas ni por las palabras retóricas que incitan al conflicto. Todo miembro de la comunidad internacional tiene la responsabilidad moral de detener la tragedia de la guerra, antes de que se convierta en una vorágine irreparable. No existen conflictos “lejanos” cuando está en juego la dignidad humana.

Continúan llegando noticias alarmantes desde Oriente Medio, sobre todo desde Irán. En este escenario dramático, que incluye a Israel y Palestina, corre el riesgo de caer en el olvido el sufrimiento diario de la población, especialmente de Gaza y los demás territorios, donde la necesidad de una ayuda humanitaria adecuada es cada vez más urgente.

En la Eucaristía el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de amor.

En muchos países se celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio De Hoy narra el milagro de los panes y los peces (Lc 9,11-17). Más allá del prodigio, el milagro es un “signo”, y nos recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen más cuanto más se comparten.

INTENCIONES DEL PAPA

El Papa León XIV nos invita a profundizar nuestra relación personal con Jesús y a aprender de su Corazón la compasión por el mundo.